La filosofía y en especial la metafísica de los antiguos pensadores, en particular en nuestro Occidente, siempre sintió un especial interés por discernir y develar la condición de la esfera, considerada un cuerpo espacial ideal, no presente espontáneamente en la naturaleza material.

Esta condición de idealidad de las esferas y «la comprensión jerárquica, evolutiva e intuitiva», de todos los órdenes de la realidad, manifiesta y espiritual, es la fuente de inspiración de esta pieza breve, variopinta y en muchos sentidos audaz. En la obra se examinan analógicamente apreciaciones arcaicas y arcanas sobre este cuerpo ideal esférico, dentro de la teoría general de sistemas jerarquizados y en tanto aspecto fundamental del Orden Supremo, por medio del cual el Espíritu Uno prefiguró y emanó cada una de sus construcciones en el espacio tiempo y allende el mismo, en las regiones de la pura y prístina idealidad.

La obra, de cualquier forma, no abusa de conceptualizaciones demasiado abstractas, por el contrario, intenta simplificar los planteos, evitando el reduccionismo al que la brevedad puede conducir fatalmente; aborda un tema por demás inquisitivo y pródigo, que puede servir de semilla para aquella práctica meditativa siempre alentada desde la esfera luminosa superior en cada naturaleza humana: aquel eje creativo, iluminativo y central, al que se suele designar, particularmente dentro del esoterismo teosófico, como el alma espiritual.