Descripción del Producto
En estos tiempos de confusión y perversión mental, moral, intelectual, cultural y espiritual en los que estamos inmersos, este camino es más que nunca el testimonio vivo de los valores de los que son portadores los hombres (hombres y mujeres, se entiende) que han dado respuesta a esta misión para la que fueron llamados. Su acción es, pues, no tan solo un acto justo y, por lo tanto, eficaz, con independencia del resultado que vea su traducción en este mundo, sino también, y por encima todo, una acción de gracias.
La caballería, en esta perspectiva, constituye un verdadero camino iniciático en el sentido de que revela el ser a sí mismo y lo construye según el plan divino previsto para él desde todos los tiempos, en la medida que sepa y quiera, libremente, responder a esta vocación y mantenerla, en todos los sentidos de la palabra. Una aclaración importante: este término, «iniciático», debe ser entendido, depurado de las connotaciones que lo desvirtúan, especialmente desde el siglo XIX, para entenderlo en su auténtico significado a partir de su raíz latina –initium– que es doble: por una parte, comienzo, inicio y, por otra, principio, fundamentos originales, por lo tanto, lo que está dentro, en el corazón. En cuanto al verbo initiare, significa instruir (así pues, transmitir) y comenzar. Así, este término califica la iniciativa de aquel ser que responde a la llamada que el Señor le lanza, tal como la lanzó a orillas del lago Tiberíades a Pedro y a su hermano Andrés: «venid y seguidme», y que desea permanecer en su presencia.
En consecuencia, en cuanto a su doble dimensión espiritual y temporal, en particular hospitalaria, podemos afirmar que el camino caballeresco es un verdadero camino hacia la santidad si nos comprometemos en él con verdadero deseo, valentía, inteligencia de fe y fuerza de caridad.
En estos tiempos de confusión y perversión mental, moral, intelectual, cultural y espiritual en los que estamos inmersos, este camino es más que nunca el testimonio vivo de los valores de los que son portadores los hombres (hombres y mujeres, se entiende) que han dado respuesta a esta misión para la que fueron llamados. Su acción es, pues, no tan solo un acto justo y, por lo tanto, eficaz, con independencia del resultado que vea su traducción en este mundo, sino también, y por encima todo, una acción de gracias.
La caballería, en esta perspectiva, constituye un verdadero camino iniciático en el sentido de que revela el ser a sí mismo y lo construye según el plan divino previsto para él desde todos los tiempos, en la medida que sepa y quiera, libremente, responder a esta vocación y mantenerla, en todos los sentidos de la palabra. Una aclaración importante: este término, «iniciático», debe ser entendido, depurado de las connotaciones que lo desvirtúan, especialmente desde el siglo XIX, para entenderlo en su auténtico significado a partir de su raíz latina –initium– que es doble: por una parte, comienzo, inicio y, por otra, principio, fundamentos originales, por lo tanto, lo que está dentro, en el corazón. En cuanto al verbo initiare, significa instruir (así pues, transmitir) y comenzar. Así, este término califica la iniciativa de aquel ser que responde a la llamada que el Señor le lanza, tal como la lanzó a orillas del lago Tiberíades a Pedro y a su hermano Andrés: «venid y seguidme», y que desea permanecer en su presencia.
En consecuencia, en cuanto a su doble dimensión espiritual y temporal, en particular hospitalaria, podemos afirmar que el camino caballeresco es un verdadero camino hacia la santidad si nos comprometemos en él con verdadero deseo, valentía, inteligencia de fe y fuerza de caridad.
El camino de la caballería, por ser esencial a las almas que están cualificadas para ser admitidas y realizadas en él, es eterno. Y siendo eterno, su actualidad es incesantemente imperiosa.
Páginas: 292
Tamaño: 15 x 22 ctm